Del por qué no llega un libro de poesía a tus manos
Una revolución callejera
Por Javier Gaytán
Javier Gaytán Gaytán
Del por qué no llega un libro de poesía a tus manos; quizá porque no tienes manos, pero tienes pasos que puedes gastar en la calle; aunque es cierto que la calle puede ser un espacio de extremado peligro, que en los espacios abiertos los crímenes suelen ser más frecuentes, pero si un individuo no sale de su casa y desdeña los caminos prontos a transitarse, se olvida constantemente del otro, la alteridad prácticamente desaparece. El individuo se entrega a los medios de comunicación de manera incondicional, desde el momento que se queda sentado cómodamente en el sillón de su preferencia, con unas palomitas y probablemente una Coca Cola. Claro, eso no es un pecado, ni siquiera algo desagradable para nuestras vidas. Los instantes de esparcimiento son necesarios e incluso deberían de ser obligatorios, pero jamás eternos. De acuerdo con una tesis que escribí sobre el autoritarismo argentino, quedarse sentado frente a un televisor mientras los demás desaparecen o fallecen, es la posición preferida de los represores, pues de esa manera condicionan a los individuos ya que le limitan la capacidad crítica y la posibilidad de socializarse con los demás, con el diferente. Tanto adentro como afuera de su casa y bajo un régimen totalitario, el ser humano sufre los mismos estragos emocionales y físicos. Afortunadamente ese no es nuestro caso. Si el ser humano se queda encerrado en cualquier espacio prácticamente no vive, debe activar sus pasos, salir, conocer los cielos que nunca serán los mismos. Para amar y crear e incluso para activar revoluciones, la calle funcionará siempre como un espacio alternativo. Algunas revoluciones se evidencian siempre en la calle o en los espacios abiertos; aunque sean proyectadas dentro de un libro. Asimismo cuando los represores orquestan quema de libros lo hacen desde ciertas vías públicas, con el propósito de que sirvan como un escarmiento ante los ojos subversivos. Cualquiera puede sentir miedo, pero también cualquiera puede ser parte de un movimiento revolucionario, ya sea de manera silenciosa o de manera abierta como la calle de su predilección. Estas revoluciones no se manifiestan sólo con pancartas o con armas de fuego, también pueden hacerlo viviendo, viviendo intensamente, sin tener necesidad de dañar a nadie, poblando, activando las calles, José Martí ya había evocado en uno de sus versos: “se ama de pie en las calles…” . De acuerdo con la crítica María Teresa Zubiarre la novela nace en la calle, Las madres de Plaza de Mayo buscan a sus hijos desaparecidos por todos los rincones, pero se manifiestan frente a la Casa Rosada , por lo tanto se expresan en la calle. Los caminos tienen un fin cierto en la calle. Cuando alguien muere a la intemperie sin poder ser identificado, es arrojado a la fosa común y al anonimato. La reflexión que nace en la calle y es proyectada, gracias a una hoja de papel se escribe con el propósito de invitar a quien lea a tener manos, vivir y activar la vida de los demás desde la vía publica. Así nace una revolución que no necesita de armas blancas, ni de fuerzas represivas para poder activarse y que se estructura desde las páginas de un libro comprado en la calle, por supuesto. La lectura de un libro comprado en algún espacio público nos ayudará a ponerle rostro a ese cadáver no identificado, el cual puede ser el de nosotros.
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